La abominación de la desolación continúa. El alcalde de Valencia, Joan Ribó, el de la Caravana de las Reinas Magas de Oriente, el chico de Compromís, con cara de anciano bueno, ha perpetrado una bautizo civil. Como siempre que alguien perpetra un absurdo: hacer hijo de Dios, algo reservado al sacramento canónino, Ribó necesitaba una excusa: así que, el muy hortera -el mal siempre resulta cursi- lo presentó como una “presentación” del niño, no se sabe si a sus padres, que a lo mejor no le conocían, o a la sociedad valenciana, que estuvo todo el día pendiente de que el infante les fuera presentado.
Con mucha coña, un amigo inteligente me envía la siguiente crónica epistolar sobre el suceso:
Ayer el alcalde de Valencia celebró el primer bautizo civil;
no había agua bendita (lógico, no era religioso) porque presentaban al niño a los familiares, con cánticos y banquete en los jardines de Monforte, y comieron perdices (fueron felices), y los periodicos han dado la noticia del primer bautizo de Valencia, así sin explicar la diferencia entre una "puesta de corto" y la incorporación a la Iglesia; será que no hace falta porque todos lo sabemos (hasta los civilistas... y hasta en el Credo actual se obvia)... En fin.
Mucho me temo que la víctima de este adefesio, el niño, mantiene el pecado original... y también me temo que, tras su sacrilegio -sí, es un sacrilegio- el insigne político de Compromís puede repetir como alcalde de Valencia el próximo día 28, porque esta sociedad está muerta. Sólo los muertos no reacciona ante la abominación de la desolación cuando lo sagrado se vuelve profano y se pretende convertir lo profano en sagrado. Este segundo está condenado al fracaso, pero lo primero no.
Tampoco hay que preocuparse: sólo lo hacen por molestar. Por eso eso Ribo apareció en la ‘ceremonia' vestido de cura progre. Natural: mejor que incendiar iglesias. Todo llegará, es empezar con sarcasmos blasfemos sobre la liturgia sacra.