Con esa ironía que acaba en sarcasmo, y donde hay que reconocerle como maestro, el ilustre ministro Óscar Puente ha llamado drogadicto -sí, se lo llamó- al presidente argentino Javier Milei. El Gobierno argentino respondió, y no acusó a Puente sino más alto, al propio presidente español, Pedro Sánchez, a quien calificó -sí, así le calificó- de corrupto, por el caso Begoña Gómez, así como de romper la unidad de la España, que gobierna por su pacto con los indepes catalanes y los proetarras vascos, algo que suscribirían el 50% de los catalanes y el 90% de los españoles.
Y en esas aparece doña Irene Montero, exministra de Pedro Sanchez que, tras el desastre de Podemos, se niega a bajarse del coche oficial y como una Puigdemont cualquiera aparecerá en Estrasburgo como eurodiputada y cierra la cuestión con la intelectual afirmación de que Milei es un fascista "y contra los fascistas se lucha ampliando desechos". Más o menos como con el Sólo sí es sí. Y se quedó tan ancha, la chiquilla.
Repitamos: el gran triunfo del progresismo europeo es la palabra ultra. Calificas a alguien como ultra, que no se sabe lo que significa pero que siempre resulta ultraderechista y no ultraizquierdista, y ya le has eliminado.
Milei no es un fascista, es un liberal y si los liberales empiezan a llamarse ultras es que el concepto de libertad se ha reducido demasiado.
Además recuerden que un católico puede ser liberal en economía, que no en filosofía de vida pero en economía... puede y hasta debe, en cuanto el liberalismo constituye la defensa de la propiedad privada, parte indispensable de la doctrina social de la Iglesia y base de las libertades públicas. Para ser más exactos, la propiedad privada pequeña, es decir, bien repartida.
Irene Montero: si no tuviera tan mala leche nos compadeceríamos de ella: Milei es un fascista y hemos terminado
Pero volvamos al insultón Óscar Puente. Con él, Pedro Sánchez juega a aquello de poli bueno y poli malo. Él va de estadista y deja que su gamberro de cámara, el chico de Valladolid, se despache a gusto.
En otras palabras, los argentinos, está vez, tienen razón. No se han dejado insultar por la madre patria y han decidido pasar al contraataque. Y cuidado porque, a pesar de que los medios sanchistas emplean el adjetivo ultra para dirigirse a Milei, lo cierto es que el gobierno argentino empieza ganarse la confianza de los mercados. No es que considere a los mercados jueces inapelables de la moral, sólo faltaba, pero el hecho de que el peso argentino empiece a ser tomado por una moneda seria en esos mercados, supone un cambio histórico que no pueden enterrar el sambenito de ultra.
Esta vez, la Argentina tiene razón.