En Estados Unidos o en Inglaterra los atentados islámicos unieron a la población. En España sirvió para dividir a la ciudadanía y para recrear la contienda fratricida del 36.
De ello se aprovechó Zapatero para llegar a la Moncloa, y fue fiel a aquel golpe de suerte sangriento que durante ocho años mimó el guerracivilismo que había sembrado el 11-M.
El cainismo español reverdeció y en él seguimos. En cualquier caso, ese cainismo puede derivar en un enfrentamiento civil que no es guerra de trincheras, sino el "todos contra todos".
Y si alguien considera que exageramos no tiene nada más que ver que en este undécimo aniversario hasta los familiares de las víctimas están enfrentadas y celebran sus homenajes en lugares distintos. Con el 11-M llegó la Generación Manjón, esa generación que nunca descubre enemigos internos pero que vive en permanente contienda con el enemigo interno. Es decir, con el vecino.
No, España no estuvo a la altura.
Hispanidad
redaccion@hispanidad.com