Algo terrible ha sucedido en la última Nochevieja. El genial humorista, hasta ahora de sobrado y demostrado talento, José Mota, se nos ha vuelto políticamente correcto: ha caído el último bastión.
Sus historias de fin de año sobre los humoristas y sobre el feminismo le otorgan un lugar privilegiado en la atmósfera ambiental dominante en España. En breve, podrá hacer programas conjuntos con el Gran Wyoming. Los temas que elegirá el binomio serán el de los humoristas sin talentos: curas (en contra), sexo (pornográfico), feminismo (tópico) y enaltecimiento personal.
Tendrán poca gracia para los más, pero los poderosos, que son menos, por definición, les aplaudirán como intelectuales rebeldes.
Lo que le ha ocurrido a Mota, de hecho, debe ser producto de las malas compañías.