Naturalmente que hay que luchar contra la prostitución. Darle fuerte a quienes se lucran de la cosificación de personas. Incluso golpear al cliente, que no deja de ser un tipejo que paga por sexo y permite que la trata continúe. Cinco millones por día, dice el Ministerio de Interior que mueve el negocio de España.
Ahora bien, no conviene olvidar que buena parte de las mujeres prostitutas -muchas presumen de ello- lo son porque les da la gana, sin que nadie les obligue a ello. Y entonces, ¿castigaremos al cliente y al empresario pero no al obrero? ¿Y si el obrero ha elegido ser profesional o autónomo? Y las escasas veces en que un organismo público ha intentado que salgan de la prostitución, el éxito ha sido mínimo. Algo que da que pensar.
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