Es verdad que la pederastia se puso de moda como parte de una campaña contra la Iglesia en Estados Unidos, y desde allí corrió por el mundo. Gran éxito, sí Señor, porque ahora hay mucha gente para la que sacerdote y pedófilo son términos sinónimos. Y eso que seguramente será el colectivo -trocees como trocees a la humanidad- con menos pederastas en sus filas. Ahora tenemos otro escándalo en un colegio, naturalmente religioso, de Barcelona y nuestros gobernantes, siempre atentos al sentir popular, continúan machacando a la Iglesia y creando nuevas penas e instituciones para remediar el problema. Realmente, el trato carnal con niños, es decir, el abuso de un niño resulta repugnante. Como repugnantes son todas las actividades sexuales antinaturales. Si cabe, con un niño, siempre inocente, más. Pero eso no se soluciona ni con leyes ni con coacciones, aunque también. Se soluciona dejando de banalizar el sexo y volviendo a la  pureza y a la castidad. Llevamos años riéndonos de esas virtudes y mira lo que ahora nos ocurre. ¿La norma para evitar la pedofilia y demás aberraciones? No separar sexo y amor, no separar sexo y procreación. Hispanidad redaccion@hispanidad.com