Hace unos lustros se hablaba de deportista profesional como aquel pesetero que hacía deporte por dinero. El bueno era el aficionado, que hacía deporte por amor al arte… o al deporte. Lo mismo ocurre con el liderazgo. La anterior generación desconfiaba de los líderes. Quizás porque estaba harto de líderes que acaban en tiranos y, por tanto, amaban mucho su libertad. Sin embargo, la actual suspira por un líder, suspira por renunciar a su libertad y ser conducido por el que sabe más. Así, de paso, se elimina la posibilidad de error en nombre de la obediencia debida. El presente estudio valora la ausencia de liderazgo. ¿Y para qué necesitan líder? A lo mejor lo que necesitan es más responsabilidad personal, siempre fruto de la libertad individual. Hispanidad redaccion@hispanidad.com