Si Arturo Pérez Reverte se queda en sus novelas sólo le sobran sus blasfemias. Cuando resulta difícil de soportar es cuando se convierte en apóstol de la ilustración, iluminado (como su mismo noble indica) frente al oscurantismo clerical. Porque son los curas, no sé si saben, los que han mermado el florecer ilustrado (como su mismo nombre no indica) de España. Y entonces es cuando Reverte comienza a resultar cansino. Porque, cuando Reverte habla de ilustración, ¿de que está hablando? ¿De los autores del primer genocidio de la edad moderna, en La Vendée? Porque el no va más de la ilustración es el amigo Voltaire, un antisemita furioso y un racista peligroso, que amasó su fortuna con el tráfico de negros, dado que los hombres de color moreno eran producto de apareamientos entre simios y mujeres y por, tanto, debían ser considerados bestias de carga. Este es Voltaire, Arturito, así que deja en paz tu único, pero muy repetido argumento, contra los cristianos: la ilustrada ilustración de tu iluminada mente. Eulogio López eulogio@hispanidad.com