Ahora que Jean Claude Juncker y Emmanuel Macron pretenden rehacer la Unión Europea, más que nada porque está deshecha, conviene reparar en qué materiales pueden emplearse en la reconstrucción. Y el problema de los europeos es que se han vuelto ateos, cuando no antiteos, y entonces se topan con la desesperanza de la soledad. Mirémoslo de este modo: en el mundo sólo hay dos seres, Dios y yo. El resto es añadido. Por eso, prescindir de Cristo es condenarse a la soledad y a la frustración. Además, a pesar del calentamiento global, la soledad es fría, heladora. Y así ni Macron ni Juncker pueden construir la nueva Europea. Y cuidado que  son dos tipos inteligentísimos. Hispanidad redaccion@hispanidad.com