Los republicanos aseguran que cuando Obama (en la imagen) abandone la Casa Blanca confesará que es musulmán. Yo creo que no. En tal caso, se confesará que es un agnóstico. Y tampoco es un agnóstico. El presidente de los Estados Unidos es un hombre profundamente espiritual y hasta espiritista: su religión es la 'new age', el sincretismo de la Roma pagana que utilizaba todas las religiones para mantener el orden público del tirano. La Nueva Era es la religión del siglo XXI, la favorita del Nuevo Orden Mundial (NOM) y, para algunos, quizás acertados, la religión del Anticristo. En cualquier caso, se quitará la careta.
Y ya puestos: Obama es el producto arquetípico del Nuevo Orden Mundial (NOM): saltimbanqui de los conceptos, ignorancia histórica supina, ferviente anticlericalismo: un progresista de todo y lomo.
Desayuno de oración. Un invento que sólo es posible en ese gran país con tantas grandezas como estupideces, que es Estados Unidos.
Total, el señor Obama jugó al sincretismo (cuánto le encanta el sincretismo a los masones). Ya saben: ninguna religión es mejor que otra, todas son iguales y respetables. Esta postura eclética siempre me ha resultado graciosa porque viola el principio de contradicción: digo, nada hay más distinto que dos credos, dado que cada cual adora a un dios, por no hablar de la cosmovisión que conllevan. Sin embargo, aunque el uno sea la contradicción del otro, se empeñan en colocarlos al mismo nivel. Es decir, todas las religiones son iguales y respetables, sobre todo porque ninguna vale nada.
Obama también arremetió contra las Cruzadas. Ya saben, una especie de soberbia cristiana contra la pobre cultura islámica, siempre a la defensiva. Los papas y reyes imperialistas, que pretendían golpear a los pobres islámicos. La verdad es que las Cruzadas fueron una guerra defensiva de una Cristiandad acosada por el salvajismo musulmán. O sea, lo de siempre, dado que el cristianismo respeta a todas las religiones, el islam a ninguna.
Teólogo Obama: háganos un favor: jubílese usted, cuanto antes.
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