En Hispanidad estamos en contra de la pena de muerte porque no se cumple la última prescripción del catecismo de la Iglesia Católica: sólo se puede aceptar la pena de muerte cuando el enemigo sea tan poderoso que no pueda ser neutralizado. Como eso apenas ocurre en el siglo XXI lo mejor es suprimir la pena capital y sustituirla por privación de libertad. Hasta ahí todo bien, pero luego viene lo de Indonesia. Ocho narcotraficantes son condenados a muerte y la comunidad internacional se rasga las vestiduras. El ministro de Exteriores -y le aplaudimos- se ha ido en avión a recoger ciudadanos españoles y no ha querido ni pasar por Indonesia. Pero hombre, don José Manuel, ¿y no le avergüenza pisar y negociar, un día sí y otro también en países que alientan y financian millones de abortos, es decir, la pena de muerte para los inocentes? Porque la pena capital se aplica a los culpables adultos que pueden defenderse pero el nasciturus es inocente y está indefenso. Menos hipocresía con la pena de muerte, señores. Hispanidad redaccion@hispanidad.com