Moloch, el ídolo de fenicios y cartagineses, de Tiro, Sidón y Cartago, solía representarse como una figura sedente con las manos abiertas y ligeramente inclinadas hacia abajo, a fin de que los niños recién nacidos, ofrecidos al dios por su propios padres, pudieran deslizarse hacia el horno hirviendo donde morían abrasados. Una muerte honrosa, porque honraba a los papás que no morían. Al parecer, el bueno de Moloch y su gemelo Mammón, los dioses del dinero, han vuelto. En esos momentos, Occidente -no sólo USA, sino también Europa- ha llegado al punto más abyecto: permitir que los países petroleros y/o emergentes, especialmente Arabia Saudí, hagan lo que les venga en gana, aplasten a los chiítas y chantajeen a Occidente, que les permitirá todo mientras sigan ofreciendo crudo barato. También permite Occidente la masacre de cristianos, nuestros hermanos en la fe, pequeño detalle bastante olvidado en las cancillerías. El problema árabe, o el del panteísmo chino e indio, no esta en Irán sino en Riad, y en Kuwait y en Qatar. Es Moloch quien manda en Occidente y los paganos -en el doble sentido del término- se aprovechan de ello. El martes contaba, en un programa de TV, una residente española en Mónaco una historia interesante. Enseñaba un yate de una familia árabe, atracado en el Principado. Un yate gigantesco que sólo visitaban una semana al año. Mantenerlo cuesta un dineral pero lo que más me sorprendió es que los propietarios no subían a bordo si percibían una huella en la barandilla de acceso. Contacto humano: abstenerse. Moloch odia al hombre; sus seguidores, también. Hasta el menor contacto humano. Es la viva imagen de la política de Occidente con el mundo árabe y frente a una China que nos amenaza: ceder ante Moloch. No puede haber política más cobarde, ni más indigna ni más preocupante. Aunque yo creo que, más que Moloch, en este caso, se trata de Mammón. Hispanidad redaccion@hispanidad.com