La profanación del Santísimo en Pamplona es una tragedia de proporciones tales que probablemente el desgraciado que lo puso en marcha ni puede imaginarse. Pero ha servido para algo. Primero, para demostrar la valentía de algunos navarros (en la imagen, sus representantes, encabezados por Javier Garasoain) a la hora de defender a Jesús Sacramentado. Por ejemplo, el hombre que se fue a la exposición sacrílega, cogió la forma consagrada (siempre he sospechado que algunas no lo eran pero la canallada es la misma, sea una o lo sean todas), o los de quienes han creado la Plataforma Respeto por Navarra. Ellos emplean las armas más poderosas pero también las menos contundentes: la oración, que es omnipotente, y la palabra, que siempre acaba venciendo. Y hay que tener mucho coraje para ceñirse a armas tan poderosas… pero tan poco contundentes. Hispanidad redacción@hispanidad.com