La crueldad no estriba en degollar o en quemar vivo a un hombre en una jaula, sino en trasmitirlo por Internet como arma de propaganda.
Con los salvajes del califato islámico ocurre como con los salvajes del aborto, aunque éstos no lleven turbante ni bata blanca. En Hispanidad estamos hartos de que se nos diga que no debemos publicar fotos de bebés abortados. Pero es que un aborto ¡es precisamente eso!: convertir a un ser humano vivo en una masa sanguinolenta. ¿Y qué me dicen de los niños famélicos de vientres hinchados y ojos de calavera? ¿También hay que esconder el hambre a los pudientes?
Pues lo mismo ocurre con los degollamientos o los quemamientos. Son terribles de contemplar, pero eso es el califato islámico. Eso es lo que son esos salvajes. Justamente eso. Así que hay que enseñar sus vergüenzas una y otra vez, salvo a los niños.
De otra forma, seguiremos con la estupidez de que la izquierda ponga pegas a la prisión perpetua renovable o que las feministas sigan arremetiendo contra Israel y callando la conversión de la mujer como esclava sexual, en el día a día musulmán.
Hispanidad
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