Si Polonia y Hungría son marginadas en la Unión Europea, mucho me temo que Europa dejará de ser cristiana. Ergo, dejará de ser Europa.
La campaña de Bruselas contra Polonia y Hungría son mendaces. Ni Varsovia ni Budapest están terminando con la libertad de prensa, ni con la independencia de la Justicia. Simplemente, se resisten a aceptar las tesis comunistas (lo público lo es todo, el individuo trabaja para él y los méritos individuales poco importan) se resisten a generalizar el aborto, se resisten a financiar la islamización de Europa y se resisten a aceptar el laicismo cristófobo que impone Bruselas y que trata de destruir toda presencia católica en la vida pública y hasta en las relaciones sociales.
La próxima semana el Parlamento europeo vuelve a la carga.