Sonrisas ante Raúl Castro y chulerías tabernarias ante Vladimir Putin. El problema de Barack Obama es muy simple: ha metido tanto la pata, ha hecho tanto el ridículo con la 'primavera árabe' y con el Estado islámico que ahora no está dispuesto a reconocerlo y a cambiar. Putin (en la imagen junto a Obama), por el contrario, se ha cargado de razón. Defiende a Damasco porque sabe que el enemigo de Occidente es el fanatismo islámico no un Bashar al-Asad que no es un santo, pero que permitirá el derecho clave en oriente: el derecho a la libertad religiosa de los cristianos. Este es el problema, que al cantamañanas de Obama, esa libertad religiosa le importa un bledo. Los medios españoles, que ni tan siquiera se cuestionan los comunicados de la Casa Blanca resumen así la situación: "Obama quiere acabar con Bashar al-Asad y Rusia quiere mantenerlo" (RTVE). Eso es falso. Putin considera que ahora hay que apoyar a Al-Asad porque es el único que ha resistido al Califato asesino. Luego, ya veremos. Como acertadamente dijo, también en la ONU, el ministro español de Exteriores, García Margallo, lo de Siria tiene que acabar en unas elecciones democráticas y, cuando se planteen, ya veremos quién se puede presentar y quién no. El que tiene razón es Putin, no Obama. Hispanidad redaccion@hispanidad.com