Sr. Director:
No es afortunada la expresión “cultura del descarte”. Es una expresión confusa. Y aplicada al aborto y la eutanasia, suave, engañosa y falaz. Lo descartable es lo que se usa y se tira. Lo descartable puede aún servir para otros que no tienen y recogen lo que otros dejan de valorar y arrojan a la basura. Con la vida humana, el aborto y la eutanasia no pueden ni debe expresarse como “cultura del descarte”. Juan Pablo II la llamó como lo que es: “cultura de la muerte”. El aborto y la eutanasia es muerte, es decir, aniquilación. No hay posibilidad alguna de salvar lo que el aborto y la eutanasia destruye.
Habría descarte si las madres que no quieren tener al hijo que lleva en sus entrañas lo dieran en adopción. Habría descarte si a los ancianos o enfermos terminales, los dejaran al cuidado de quienes están dispuestos a hacerse cargo de ellos. Pero no. La maldad de los “vividores” de la muerte elimina la vida y prohibe que otros se hagan cargo de ellas y las salven. Jueces dictaminan la muerte de niños con malformaciones en contra de la voluntad de sus padres que quieren tenerlos aún en esas condiciones porque valoran y respetan la vida. Estamos frente a los que “ni comen ni dejan comer”, pero con la gravedad añadida de que aquí lo que está en juego no es la comida sino la vida.