Sr. Director:
En la precaria situación venezolana, con la amenaza de un estallido violento, la Iglesia ha tratado, hasta hace unos meses, de facilitar una solución política. El gobierno, sin embargo, traicionó cualquier esperanza puesta en la mesa de diálogo, al quedar en evidencia que su única pretensión era ganar tiempo. Ya solo les queda a los obispos apoyar toda forma popular de protesta pacífica, mientras denuncian las violaciones de los derechos humanos y ayudan como pueden a paliar el hambre y la carestía de medicamentos. En la reunión de septiembre, el Papa volvió a dar su aliento a los obispos venezolanos, que es el de toda la Iglesia y el de millones de personas que asisten con tristeza al drama de un pueblo que se debate entre la resistencia y el éxodo de su propio país.