Mientras en África continúa el genocidio islamista contra los cristianos, que a nadie parece interesar, desapacibles vientos soplan desde el Vaticano generando confusas sensaciones en el orbe católico. Apenas nos habíamos repuesto de la infumable Exhortación Laudate Deum, donde el Papa Francisco irrumpía sobre el controvertido asunto científico del cambio climático, cuando el Prefecto para la Doctrina de la fe, Monseñor Víctor Fernández, con la firma del Papa, se descuelga con el «regalito» navideño de la Fiducia supplicans. Una Declaración en la que, tras farragosos intentos argumentativos, se aprueban las bendiciones informales, no rituales, de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo, no de personas individuales. Con ello se avanza un grado más hacia la ambigüedad permisiva en una materia no leve y sobre la que existe un consolidado Magisterio de la Iglesia en sentido contrario. Exceptuando los ambientes clericales progresistas, que incluyen a la parte cuasicismática de la muy acomodada clerigalla alemana, la reacción en el seno de la Iglesia está siendo tan crítica, que cada vez son más los obispos y Conferencias Episcopales que manifiestan abiertamente que no lo aplicarán en sus diócesis. Y esta actitud, que constituye una situación preocupantemente novedosa, provoca que nos preguntemos ¿a quién benefician estos confusos documentos vaticanos que además se elaboran al margen de la tan cacareada sinodalidad?