Cartas al director
Aquella luminosa y espléndida Edad Media
Sr. Director:
Desde el Renacimiento se viene haciendo injusticia a la Edad Media, llamada así por los prejuicios de los renacentistas. Con la Ilustración se redoblaron las injusticias, extendiéndose la burda e inicua interpretación de la grandeza de todos los productos artísticos que Europa produjera durante esa "Edad Media".
Para acercarnos mejor al significado profundo de la Catedral, he aquí unas palabras del sabio D. Francisco Gómez Salazar, cuando ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el 13 de diciembre de 1885:
"El arte reúne en sí la verdad abstracta, fruto de la inteligencia, y al mismo tiempo aparece con formas sensibles y seductoras que perciben los sentidos. Entonces la verdad se apodera del corazón, y dueña del corazón lo es de la vida, porque todas las fuerzas sensibles y espirituales del hombre parten y se concentran en el corazón, tomando en este fondo misterioso su savia y cualidades. Esto se llevó a efecto en la Edad Media, y la Iglesia, servida a la vez por la ciencia y por el arte, llevó su fecundidad a todas las necesidades del hombre, a las exigencias más variadas de su inteligencia, de su imaginación, de su corazón y de sus sentidos, manifestándose especialísimamente en la arquitectura neo-germánica, llamada gótica desde Vasari, que reemplazó en la construcción de las iglesias al estilo bizantino usado hasta entonces, como el más apropiado a los pueblos germánicos en su profundo sentimiento de la naturaleza que los caracteriza, y a los recuerdos de los bosques sagrados que veneraban sus antepasados. (…)
El edificio en su conjunto presentaba la forma de la cruz, símbolo de la redención del género humano y resumen de nuestra religión: tenía entre el coro y la nave una división cuadrangular en memoria de los cuatro evangelistas, y la bóveda descansaba ordinariamente sobre doce columnas en honor de los doce apóstoles. Las paredes se hallaban adornadas con esculturas caladas, que se redondeaban a manera de arcos y se ensanchaban, imitando botones de flores, ramas de todo género y plantas de mil formas. Se daba la preferencia a los símbolos tomados del reino vegetal, porque las plantas tienden en la apariencia a abandonar el suelo para ascender al cielo, mientras que los animales llevan la cabeza inclinada a la tierra; pero también se encuentran al lado de las plantas algunos animales, como el león, símbolo de la fe; el pelícano y la tórtola, símbolo de la caridad; la hiedra y el perro, símbolo de la fidelidad; dragones horribles y asquerosos reptiles, símbolos del demonio vencido. El pavimento se encontraba también animado con la figura de animales terrestres, acuáticos y volátiles, hallándose reunidas las tres grandes divisiones de la naturaleza, o sea el cielo, la tierra y el mar.
En lo alto de la bóveda se ven las imágenes de aquellos cuya voz se dejó oír en toda la tierra para reunir los pueblos de todas las partes del mundo, comprados con la sangre del Salvador, y destinados a recibir el misterioso depósito de su voluntad, significada en sus preceptos y promesas. Debajo de la bóveda se derrama una luz misteriosa a través de cristales de variados colores, porque el sol que alumbra al hombre terrestre en sus trabajos, no debía brillar del mismo modo en el santuario de los misterios más inescrutables, sino que era preciso se reuniesen a la vez los más puros rayos de la aurora y los más suaves resplandores de la puesta del sol, producidos por el admirable juego de luz a través de los cristales góticos.
El arte supo representar en esta luz de una manera viva y sorprendente la historia del cielo y de la tierra, al Señor del templo, los santos que lo rodean, la caída del hombre y su resurrección en el juicio final. Lo mismo el simple fiel que el hombre de mundo tenían que ver en cualquier parte del templo a donde dirigiesen sus miradas, pinturas propias para sostenerlos en sus santas disposiciones o para conducirlos a ellas. Estos templos con sus estatuas, pinturas, etc., eran un verdadero libro que reemplazaba los que la imprenta extendió más tarde y en donde el sabio y el ignorante podrán, sin dificultad, conocer sus relaciones con Dios, porque, como dice San Gregorio Magno: "Las imágenes son los libros de los que no saben leer: no se las adora; pero se ve en ellas lo que es adorable."
Rafael Enríquez de Salamanca
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