Sr. Director:
¿Hay que dar asilo a las decenas de miles de afganos que huyen? Si. Pero también ayudar a esas mujeres afganas admirables que se están jugando la vida sin huir del país, porque valoran más hablar que vivir.
No sé, nadie lo sabe, cómo va a evolucionar la situación en Afganistán. Por supuesto, los permanentemente pragmáticos y pesimistas se abonan a que, en unas pocas semanas, nos habremos olvidado de todo lo que aquí escribo.
Los talibanes aparentan ahora cierto respeto. Irá a más o a menos según la reacción de los afganos, y en especial de las mujeres, y de la esfera internacional. Abonarse al fatalismo como síntoma de inteligencia ante cualquier parcela de la vida supone no confiar en que hay fuerzas en los hombres que pueden movilizar muchas energías, y que la libertad y la dignidad han dado muestras en la Historia -y ahora- de estar por encima de la vida.
Muchos murieron por la libertad y facilitaron la caída del comunismo, derribaron muros intelectuales y morales antes de que cayeran los muros de hormigón. Muchos han sufrido martirio por su fe, y siguen sufriendo en no pocos países en la actualidad, por anteponer la fe, la libertad y la dignidad a la propia vida.
Unas mujeres afganas que prefieren morir antes que callar son una lección y un acicate para una sociedad utilitarista y adormecida. Es indigno que nosotros callemos.