Sr. Director:

La baja estima que tenemos de nosotros mismos es una constante con raíces profundas. El problema, como se dice ahora, es de relato. Solemos contar nuestra historia minusvalorando nuestro pasado, salvo en momentos de exaltación nacionalista que han tenido un efecto contraproducente. Seguramente esta situación tiene que ver con la leyenda negra. Los humanistas italianos, alemanes y flamencos hicieron mucha propaganda antiespañola para enfrentarse al imperio de los Austrias. Después actuaron las potencias rivales, Inglaterra, Holanda y Francia, celosas de un imperio transcontinental. Y para remate, esa leyenda creció cuando los Estados Unidos se lanzaron a sustituir a España en América. Los éxitos de la propaganda extranjera no fueron respondidos desde España.

Los españoles acabamos de asumir la leyenda negra tras el llamado desastre de 1898. Las élites intelectuales y políticas de entonces, en lugar de buscar en ellos mismos y en la historia las causas de la liquidación, optaron por explicar lo sucedido asegurando que nuestro país era diferente, o sea que era peor. Y sencillamente, no es verdad.