Como andamos escasitos de vidas ejemplares, nos conviene detenernos ante personajes como Belén Esteban, otrora más conocida como «princesa del pueblo» e inminente triunfadora del popularísimo concurso Gran Hermano VIP.
Una sacrificada madre que constituye un ejemplo de superación personal, pues fundamentando su mediática y crematística carrera en haber tenido una hija con un torero hace ya más de quince años, ahora (y como ella misma diría:) «A la chita callando..., y con el mazo dando», está a punto de llevarse calentito el ansiado maletín concursal. Y es muy lógico, porque si careciendo de conocimientos bailongos fue capaz de vencer en un concurso de baile, tratándose ahora de un concurso de convivencia, qué más coherente que lo gane una mujer insufrible en su trato, insoportable en sus formas, y que acostumbra a expresarse a gritos proclamando que hace lo que le sale del moño (que ella ubica en una parte menos ventilada de su deteriorada anatomía), mientras cuestiona todo lo que hacen los demás.
Vistas así las cosas, adquiere credibilidad el rumor de que el próximo concurso que ganará será el alfabético rosco de Pasapalabra; y tampoco cabe descartar, si su querida cadena mediática se empeña, en una posible silla o incluso un sofá en la Real Academia de la Lengua.
En fin, que observando los logros de esta pobre mujer, encumbrada por una televisión y unos profesionales de cortos escrúpulos que han hecho caja a costa de su manifiesta y progresiva degradación, ¿quién va a querer esforzarse por aprender algo diferente a vivir del cuento por haber mantenido relaciones con el famosete de turno?
M. Pérez