Sr. Director:
A pocos días de la final futbolística de la Copa del Rey en Sevilla, un anuncio en prensa demandaba unos 300 camareros con un año mínimo de experiencia y con el requisito de «imprescindible hablar euskera», para atender a los seguidores del Athletic de Bilbao en la zona de sus fans. Quienes pusieron tal anuncio seguramente conocían el dominio del eusquera que caracteriza a los camareros sevillanos, siendo fama la velocidad con que recitan el listado en vasco de las tapas, así como el aplauso final con que la clientela sevillana celebra tan políglota demostración. Aunque quizás no resultó fácil cubrir tal demanda y al final tuvieron que apañarse echando mano (u oreja) de un pinganillo traductor como los que usan en el Congreso de les Diputades...
Si en el referéndum para aprobar la Constitución de 1978, nos hubieran advertido de que, a pesar de todo esos principios tan solemnes sobre el derecho a usar el castellano (art.3), la igualdad de todos los españoles (art. 14), con los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado (art.139), la prohibición de privilegios económicos o sociales entre Comunidades Autónomas (art.138), el desarrollo legislativo que unos y otros le darían al texto constitucional nos abocaría a situaciones tan ridículas que rozan la discriminación ilegal, como la de este anuncio, no me cabe duda de que el resultado de la votación hubiera sido muy pero que muy diferente al que entonces se produjo.