Sr. Director:
El Papa Francisco en el capítulo primero de su más importante encíclica. LAUDATO, SI”, que lleva por título: lo que le está pasando a nuestra casa, cuando trata de la contaminación y cambio climático, presenta una panorama próximo al apocalíptico. Tratando de la contaminación, basura y cultura del descarte, escribe: “Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras. Se enferma, por ejemplo, a causa de la inhalación de elevados niveles de humo que procede de los combustibles que utilizan para cocinar o para calentarse. A ello se suma la contaminación que afecta a todos, debida al transporte, al humo de la industria, a los depósitos de sustancias que contribuyen a la acidificación del suelo y del agua, a los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agro-tóxicos en general.”
En el mismo sentido ha pronunciado una hermosa reflexión en la homilía de la clausura del sínodo tan importante como poco valorado sobre La Amazonía, el pulmón de la Tierra. Lo políticos no se han tomado en serio el cambio climático, solo lo mencionan para ganar votos. En su reciente viaje a Tailandia y sobre en Japón ha condenado con dureza las armas nucleares, como elementos letales para el medio ambiente y consecuencias gravísimas para la vida vegetal y humana
Este análisis de la destrucción del medio ambiente recuerda al libro del Apocalipsis, el último del Nuevo Testamento, en donde se da una visión teológica-simbólica de los últimos tiempos con la apertura del séptimo sello en la que aparecen los siete ángeles con sus respectivas trompetas quienes arrojan sobre la Tierra todos los elementos que destruyen el medio ambiente: árboles, hierba verde, manantiales de agua, aire ríos: mucha gente murió porque las aguas se habían vuelto amargas.
Ni el Papa Francisco ni el libro de la Apocalipsis (el último del Nuevo Testamento) pretenden meter miedo, pavor y pánico, sino alertar a todos para evitar todo lo que destruye la casa común que es la Tierra, por eso llama a todo los hombres de buena voluntad, a una conversión, incluso habla de pecado ecológico, que nos une a todos, porque el desafía medioambiental que vivimos y sus raíces humanas nos interesan y nos impactan a todos. A los fieles católicos les invita a la oración y a la meditación, por eso la encíclica finaliza con una hermosa oración por la nuestra tierra, por la creación, para que sepamos asumir los compromisos que nos plantea el Evangelio de Jesús. Se debe esperar que en la cumbre mundial sobre el cambio climático que se inaugurará el 2 de diciembre en Madrid, contra todo pronóstico y de forma una poco precipitada, por la renuncia de Chile, sirva algo más que para declaraciones altisonantes y poco comprometidas de los países que más contribuyen a provocar el cambio climático