Sr. Director: Las reacciones a los episodios del drag queen irreverente y del autobús de los niños con pilila, admiten un análisis peculiar. Muchos piensan que habría que disculpar la irrespetuosa actuación del transformista hacia las imágenes que representan lo más sagrado de la fe cristiana, por haberse realizado en un lugar como los carnavales. Y entre quienes tienden a minimizar situaciones similares de ultrajantes acciones, no faltan los que invocan la prudencia aconsejando no entrar al trapo, evitando darle mayor publicidad a su protagonista. Además se trata de la libertad de expresión; nos dicen. Pero al analizar las reacciones ante el bus de la pilila, nos topamos justo con un ánimo contrario, operando una exquisita sensibilidad que considera insoportable que un vehículo exhiba algo tan tremendo como decir que los niños tienen pilila, y las niñas, no. O sea, que en el caso del drag queen, ante un actuación explícita en su irreverencia y burla con las creencias de la fe mayoritaria en nuestra nación, no hemos de mostrarnos excesivamente sensibles, sino tolerantes, y prudentes, muy prudentes. Sin embargo, con el bus, los poderes públicos han de actuar con toda urgencia inmovilizándolo, invocando una exquisita sensibilidad y atribuyendo a sus patrocinadores un mensaje de incitación al odio, a la discriminación, y a no sé cuantas cosas terribles más. Sorprendente diferencia de actitud. Aunque no menos desconcertante resultan las temerosas reacciones de la mayoría de elevados representantes eclesiásticos en ambos casos. Y es que la prudencia de las palomas, no es siempre prudencia. Miguel Ángel Loma