Sr. Director:
Se atribuye a Romanones aquello de “ustedes hagan la ley que yo haré el reglamento”. Ahora, con esto de las leyes-trágala que nos coloca Sánchez, mientras no acabamos de despertar del sopor pandémico, los reglamentos no tienen importancia porque ya vienen incluidos en la ley que “democráticamente” se vota en las Cortes.
Y la Ley Celaá no podía ser menos. Pero es que además -y por el mismo precio (o sea las claudicaciones ante nacionalistas, comunistas y separatistas)- se incluyen los segundos tiempos que son los que de verdad importan a quienes quieren apropiarse –como tan sinceramente dijo Celaá- de las mentes, de la cultura y de la forma de pensar de nuestros niños y jóvenes.
Son leyes que enmascaran sus verdaderos objetivos, en las brumas de los primeros impactos, y que son fines camuflados, entre otros, en la defensa de los derechos de los padres, en el rescate de lenguas y culturas, en la supuesta discriminación entre niños y niñas o en una espuria educación sexual.
Se trata de unos miserables segundos tiempos con toda una carga ideológica, propia del sectarismo de Sánchez en materia de educación y de la propia Celaá que ya apuntaba maneras en su etapa como consejera en el País Vasco.