Sr. Director:
Nuestra civilización occidental se ha forjado a lo largo de los siglos con raíces en el pueblo hebreo, el pensamiento de los sabios griegos, la organización del imperio romano, y el desarrollo sorprendente del cristianismo que ha conseguido asimilar esos logros anteriores, aun en medio de importantes dificultades. Esto se repite muchas veces, aunque quizá no seamos conscientes del logro humano que supone la construcción de este modo de vida, y menos quizá de la necesidad de desarrollarlo sin complejos.
Sí, durante miles de años el progreso ha significado la mejoría de las condiciones de vida en sociedad, los principios fundamentales de la convivencia, las leyes que encarnan la justicia, el desarrollo de las ciencias, todo y más ha sido posible por el reconocimiento de la dignidad de toda persona humana. Esto significa que cada hombre y mujer no es un medio sino un fin en sí mismo a quien la sociedad debe respetar.
Ciertamente ese proceso sustancial ha sufrido muchos retrocesos, las guerras han destruido muchos logros, y la frecuente tentación de los colectivismos han puesto a la persona al servicio de unas utopías inhumanas. Ejemplo penoso son las esclavitudes antiguas como la padecida por el pueblo hebreo al servicio de Egipto, la de las tribus sometidas por el imperio inca, la esclavitud de los africanos transportados al Nuevo Mundo, y las esclavitudes modernas con la trata de personas y sobre los emigrantes.
Los colectivismos modernos, con el comunismo y sus transformaciones, llegan hasta hoy día dejando naciones y sociedades sin libertad y hundidos en la pobreza. El nazismo ha llevado a cabo el genocidio sistemático sobre el pueblo judío, y los populismos de diverso signo continúan hoy día invadiendo las instituciones y manipulando a los ciudadanos.
Todo apunta a que estamos en un cambio de época que conviene afrontar con esperanza a pesar de las dificultades que encontramos y de los interrogantes que trae el futuro próximo. Podemos aprender de la historia que configura la cultura occidental para no tropezar en las mismas piedras del camino. Desde los griegos hasta el feminismo ideológico han pasado muchas cosas en el camino de la libertad que es preciso conquistar cada día.