Desde la "Cumbre", cual "Olimpo" renacido, modernos dioses observan nuestras vidas que manejan e intervienen a su antojo, luciendo un pelaje a esas vidas debido. No son lechuzas, ni mochuelos de Atenea de ojos saltones, y cinemascópica mirada. Sin pluma en las orejas, que al caer la noche el vuelo emprenden, para volver de madrugada. Aves de mal agüero, de las brujas propias. Así son tratadas en la otrora Hispania.   Nocturno pájaro rapaz, astuto y misterioso, que en bandadas a las ciudades rivales en las artes, el comercio, los oficios, y a los atletas coronados de laurel, defendían. Y en la verdad y su hora; la lealtad a Atenas y su democracia protegían.   En los siglos transcurridos: en vampiros, y murciélagos de campanario han devenido. En chupar la sangre de quienes habitan las ciudades hoy en día, rivalizan. La mordedura de sus dientes, en impuestos transformados, cada vez más altos, altos, altos…   Y  al volar: siguen volando bajo, bajo, bajo… Chupando siempre para pagar sus gastos. No son lechuzas, ni mochuelos de Atenea, son vampiros, murciélagos: disfrazados.  J. R. Pablos