Sr. Director:

Que ante situaciones de terribles padecimientos legalicemos aplicar la muerte como solución final, constituye un debate sumamente delicado y complejo para cualquiera que haya pasado de cerca por tan tremendas situaciones. No obstante, tan letal opción pierde hoy vigencia con los avances en la medicina paliativa contra el dolor, aunque  estos tratamientos, claro, cuestan un dinero que habría que detraer de otros destinos... políticamente más rentables. Por eso, un Gobierno que no afronta este asunto con rigor, eludiendo la necesidad de imponer unos cuidados paliativos, y reduciendo el debate a tres trazos gruesos, bajo la demagógica invocación de una progresista «muerte digna», y tachando de crueles y sanguinarios que gozan con el dolor ajeno, a quienes se oponen a una ley tramitada con innecesaria urgencia para obviar incluso al Comité de Bioética, retrata bien el manipulador ánimo de quienes nos gobiernan. Y para mayor sorna, lo abordan cuando aún están calientes en nuestro recuerdo los cadáveres de decenas de miles de ancianos y enfermos que murieron sin apenas tratamiento... 

Pretender convertir a los médicos en profesionales del «matarile», también suena a burla. Pero ver a los de Bildu, herederos y defensores de los asesinos del tiro en la nuca, defender una ley de «muerte digna» para todos, eso... ¡Eso no tiene precio!