Sr. Director:

La Iglesia debe proclamar la verdad contra viento y marea, pero conviene que lo haga entendiendo las dificultades que existen para reconocerla y adherirse a ella en cada momento. La secularización radical en Occidente provoca hoy una comprensión de la libertad y del valor de la vida que hace difícil acoger la racionalidad de la propuesta cristiana. La imagen de un individuo radicalmente autónomo que se basta a sí mismo para alcanzar su plenitud es una muralla para el anuncio de la Iglesia, sobre todo si no va acompañado de un testimonio elocuente.

La mayor parte del documento no se ocupa de exponer los criterios del magisterio sobre eutanasia, suicidio asistido, ensañamiento terapéutico, sedación, hidratación… A eso se dedica con eficacia y claridad el capítulo V. Pero la mayor parte del texto desarrolla la génesis de lo que denomina “un corazón que ve”, es decir, una mirada capaz de ver hasta el fondo el significado de la vida humana, que solo ha desvelado plenamente la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. El desafío más radical es estar junto al enfermo, comunicando la certeza de que la muerte no tiene la última palabra.