Sr. Director:
Vivimos momentos turbulentos, de incertidumbre, de desesperanza, de enorme preocupación por nuestro futuro y el de nuestros descendientes. Son momentos en los que oscuras y negrísimas tormentas agitan los aires y anuncian que nos encaminamos hacia la catástrofe. Instantes en los que quienes, tras conseguir más de la mitad de los escaños en el Congreso de los Diputados y triunfar en las elecciones generales nos anuncian sin rodeos, sin circunloquios, si camuflaje ni adorno de clase alguna que, si finalmente alcanzan el poder y forman gobierno su principal, si no su único objetivo es romper España, empujarnos a un suicidio colectivo. Sí, los españoles decentes, los buenos españoles observan, impotentes como los enemigos de España ya casi orgasmean imaginando cómo nos autoinmolamos. No olvidemos que ellos e incluso algunos de los que dicen no ser de ellos, son de la opinión de que España es lo peor, «lo más malo que ha parido madre» y que nuestros ancestros no han hecho otra cosa que ocasionar desgracia a la Humanidad e incluso a sus propios compatriotas y que, la mejor manera de pagar la deuda contraída sería desaparecer y condenar todo al olvido, aplicar la «damnatio memoriae».
Los enemigos de España y sus portavoces mediáticos: diarios de papel y digitales, radios y televisiones no paran de mentir, repetir embustes día tras día desde el 23 de julio pasado. El principal de ellos es que Don Felipe VI, el Rey de España, está obligado a proponer al Congreso de los Diputados que dé su confianza a alguno de los capos de los dos partidos políticos con mayor número de diputados, o el PP o el PSOE. E incluso mayoría de los furcios y furcias bien pagados (con dinero de nuestros impuestos) añaden que, dado que la mayoría de los partidos con presencia en el Congreso de los Diputados ya han anunciado que no apoyarán al PP (el partido con más diputados) que mejor sería no perder el tiempo y que nuestro Rey pase a proponer a Pedro Sánchez para que presida el Gobierno de España ya que, se supone que, cuenta con suficientes apoyos…
Los y las furcias mediáticas, cuando se aproximan elecciones, durante las campañas electorales y tras ellas no paran de repetir que fulano, mengano, zutano y perengano son los «candidatos de los partidos tales y cuales para presidir el gobierno de España», o de alguna región o de algún ayuntamiento cuando de elecciones locales o regionales se trata… Afirmar tales cuestiones es un absoluto embuste. ¿En qué norma legal se apoyan para afirmar lo que afirman? Que se sepa no existe ninguna ley que diga que quienes encabezan las listas de candidatos en Madrid en las elecciones generales sean las personas entre las cuales Don Felipe VI debe elegir, tras entrevistarse con los portavoces de los partidos, y proponer al Congreso de los Diputados que le dé su apoyo y la invista como nuevo presidente del Gobierno de España.
El artículo 99 de la Constitución Española de 1978 afirma que es potestad exclusiva del Jefe del Estado, el Rey, Don Felipe VI, elegir a quién propone al Congreso para que le dé su apoyo. Don Felipe tiene encomendado reunirse con los portavoces de los partidos cuantas veces considere necesario, sin plazo de tiempo y empezando la o las rondas cuando él desee (una vez que los diputados hayan tomado posesión de sus escaños), y lo que es más importante: puede elegir a quien él considere más idóneo y no es necesario que sea diputado o miembro de algún partido.
Don Felipe VI está facultado por la Constitución Española de 1978 para asesorarse a través de quien él desee, entrevistarse con quien guste, hacer una selección entre las personas que él quiera, seleccionar, hacer un «casting» siguiendo los criterios que a él le plazcan. Lo lógico es pensar que si Don Felipe asume la facultad ejecutiva que le atribuye la Constitución, efectúe una selección siguiendo criterios de decencia, honorabilidad, bonhomía, capacidad, mérito, probada experiencia exitosa en la gestión de dineros ajenos y sobre todo, elija en el convencimiento de que quien acabe ocupando la presidencia del Consejo de Ministros sea una persona que tiene afán de servicio a los españoles y no pretensión de servirse de ellos, y esa persona sólo puede ser una persona independiente de los partidos políticos… Y, como vengo afirmando en mis últimos artículos, Don Felipe VI haría bien buscando asesoramiento en personas como el dueño de Zara, o el de Mercadona, o el de Ferrovial… Es seguro que en ellos encontrará mejores consejos que entre los capos, oligarcas y caciques de los partidos…
Pese a que los furcios y furcias mediáticos mientan sin parar, Don Felipe VI no está obligado a elegir entre un canalla y un estúpido.