Cartas al director
El arzobispo y el sacrilegio de Versalles
Sr. Director:
Los sacrilegios acontecidos en una parroquia avilesina no pueden analizarse solo como un delito de agresiones a un ciudadano en el ejercicio de sus funciones.
También exigen un análisis que refleje su radical gravedad porque constituyen teológica y canónicamente un doble sacrilegio que consiste según el Catecismo de la Iglesia Católica, pg. 471, número 2120: "en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios.
El sacrilegio es un pecado grave sobre todo cuando se ha cometido contra la Eucaristía, pues en ese sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace presente substancialmente". Eso es la que ha pasado en la parroquia de Versalles. Corresponde a la Autoridad Eclesiástica y no a la Policía determinar la gravedad real del Sacrilegio y restablecer la autoridad profanada del Párroco, quien ni atacó a nadie ni ofendió a nadie, sino todo lo contrario, según su propio testimonio.
Los laicos tienen un función muy noble e importante en la Iglesia, pero no la de ser los que la gobiernen, se está pasando del poder de los clérigos al compadreo de los laicos. Entre el sacerdocio de los clérigos y el sacerdocio universal de los laicos hay una diferencia esencial: ningún laico por muy diácono que sea puede consagrar en la Santa Misa, ni perdonar pecados.
Pasar por alto este dato fundamental es puro luteranismo larvado. Esto se debe tener en cuenta porque se va a hablar mucho de Lutero y de sus proclamas contra los indulgencias en Vittemberg que supusieron el principio de la Reforma Protestante (2017). El Papa Francisco en su delicado y reciente viaje a Suecia ha tendido puentes, no ha acentuado las diferencias entre católicos y luteranos por ahora muy difíciles de superar.
Fidel García
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