Sr. Director:
Cuando la revolución industrial hizo aparecer la explotación a la que eran sometidos los obreros, la Iglesia levantó su voz en defensa de los derechos de los trabajadores y con su histórica encíclica Laborem Exercens, San Juan Pablo II subrayó la centralidad del trabajo en la actividad económica y social.
En esa línea, el Papa Francisco ha denunciado el drama del desempleo juvenil como una clave de la desesperanza de nuestras sociedades. Lo que hoy reclama la Iglesia en nuestro país, en diálogo con las organizaciones sindicales, es la necesidad de erradicar la lacra de la precariedad laboral que caracteriza el actual sistema de relaciones laborales y que lesiona el derecho de los trabajadores y las familias. Y ello sin olvidar el impacto que esta precariedad tiene en la juventud, abocada a la pobreza, así como en los mayores que perciben unas pensiones indignas.
En definitiva, nadie puede ser un descarte en nuestra sociedad, como bien dice el Papa Francisco.