Sr. Director:
Siempre se habla del Bitcoin como el ejemplo paradigmático de uso de la tecnología blockchain. Una de sus principales ventajas es que provee un sistema de transacciones financieras P2P, directamente entre usuarios, sin intervención posible de ninguna autoridad reguladora. Al igual que ocurría con el famoso eMule, donde el contenido de cualquier archivo estaba troceado y distribuido entre miles de ordenadores de la Red, blockchain hace que los datos que contiene se dispersen de igual forma entre miles de ordenadores del mundo, llamados nodos.
De esta forma, nadie puede tener el control de todos los datos porque tendría que tener acceso a todos los ordenadores que almacenan esa información. Por razones técnicas de esta tecnología, realmente bastaría tener el control del 51% de los nodos, pero incluso esto resultaría prácticamente imposible de conseguir si hay un número suficientemente elevado de nodos implicado, por lo cual, en lo que respecta a la descentralización (y por tanto, la imposibilidad de que "alguien" controlase toda la información) podemos estar prácticamente tranquilos, la tecnología blockchain sí asegura eso.
Blockchain, descentralización encriptada
En el caso de blockchain aplicado a Bitcoin es como tener un gigantesco libro de contabilidad de millones de tomos en papel, y que cada persona de cada pueblo de cada ciudad de cada país tuviese en su poder unas pocas páginas de ese libro de contabilidad. Para reunir el libro completo haría falta acceder a las páginas que cada habitante de la Tierra tuviera en su poder. En el caso que nos ocupa habría que conseguir acceso a todos los miles de ordenadores (nodos) que contienen alguna parte de la cadena blockchain para conseguir reunir toda la información. Y si se quisiera controlar el flujo de información de la cadena también se debería tener la capacidad de controlar todos esos nodos, lo cual es bastante difícil.
Pero incluso así, tal sistema no sería seguro per se. Siempre se podría conseguir información parcial de ese libro, de las transacciones completas que almacena uno o varios nodos si se consigue acceder a ellos. Además, esa información viaja por la Red y podría ser interceptada, con lo cual enviar un libro de contabilidad en texto claro a través de Internet no parecería la mejor idea. La solución consiste obviamente en encriptar los datos de cada transacción para que éstos sólo sean accesibles a los usuarios concretos que participan en una transacción determinada.
Computación clásica vs. computación cuántica
Imaginemos una clave representada en binario por dos bits. Podríamos representar hasta cuatro claves diferentes, o sea, 00, 01, 10 y 11. Averiguar la clave que encripta una información con un sistema tan básico sería trivial e inmediato para cualquier ordenador de hoy en día. Probaríamos la 00 a ver si funciona. En caso contrario, probaríamos la 01. Si ésta tampoco es la correcta, probaríamos la 10 y si ésta tampoco es la buena, ya sólo nos quedaría la clave 11 y tendríamos toda la información supuestamente secreta a nuestro alcance.
La tecnología blockchain aumenta esto a la necesidad de probar del orden de 10 elevado a 77 claves, una por una hasta que se encuentre la correcta. Dicho de otra forma, la necesidad de encontrar una clave representada en hexadecimal (por ejemplo por 000dc75a315c77a1f9c98fb6247d03dd18ac52632d7dc6a9920261d8109b37cf ) que en nuestro habitual sistema de numeración decimal podría ser, por ejemplo, 59562114879545786244198535864723159726564998567884577732561111154998732524412, o cualquier otra combinación diferente de 77 dígitos decimales. Pero blockchain lo hace incluso más seguro, porque encontrar la clave correcta sólo nos daría acceso a uno de los apuntes ( o transacciones) de nuestro libro de contabilidad distribuido.
Sólo las dos partes implicadas en la transacción disponen de las claves que permiten desencriptar la información. Pero para averiguar el contenido del siguiente apunte del libro, deberíamos repetir el mismo proceso para la siguiente transacción que contuviera tal libro, que se encripta con otra clave diferente. Y así miles de millones de veces hasta desencriptar toda la información del libro. Imposible, ¿verdad? ¿O no tanto?
El problema surge cuando aparece la computación cuántica. En física cuántica, a niveles subatómicos, la realidad resulta ser una superposición de todas las posibles realidades. Es decir, si tuviéramos un ordenador cuántico con dos qubits (bits cuánticos) no sería necesario probar una clave tras otra sino que nuestras cuatro claves posibles ( 00,01,10 y 11 ) se probarían simultáneamente. Eso significa que para encontrar la clave que encripta un bloque típico de la blockchain necesitaríamos un ordenador cuántico de 69 bits. En el momento que se disponga de ese equipo, la desencriptación de cualquier elemento de la blockchain sería instantánea, es decir, daría igual transmitir esa información encriptada que hacerlo en texto claro. La seguridad habrá desaparecido. Y aumentar la complejidad de la clave de 10 elevado a 77 posibilidades a 10 elevado a 154, por ejemplo, tampoco solucionaría el problema, dado que al trabajar en paralelo, la complejidad exponencial se reduce a una complejidad lineal. Dicho de otra forma, un computador cuántico resolvería prácticamente en el mismo tiempo una contraseña de 100 dígitos que una de 200, 400 ó más dígitos.
Ya existen ordenadores cuánticos muy básicos de unos pocos qubits, pero todavía quedan retos importantes (tecnológicos) que resolver para que los ordenadores cuánticos de un elevado número de qubits sean habituales y asequibles en nuestro mundo. Sin embargo, si la ciencia demuestra que algo es posible, es cuestión de más o menos tiempo que la tecnología sea capaz de conseguirlo. Por tanto, antes o después, los ordenadores cuánticos serán una realidad tan palpable como lo son ahora los teléfonos móviles inteligentes, algo que (deberíamos recordar) en los años 60 ó 70 aún se nos antojaba como pura y simple ciencia ficción a la mayoría de los mortales.
Y evidentemente, como siempre ocurre, los primeros en disponer de esos equipos serán los gobiernos y las corporaciones (no necesariamente en ese orden) que tengan los recursos para poder pagarlos. Y más adelante esta tecnología ya sí será la habitual en cualquier hogar del mundo. Los ordenadores electrónicos tal y como hoy los conocemos han alcanzado ya su límite. De hecho, todas las pequeñas mejoras que se van produciendo año tras año ya no son más que simples trucos para conseguir aumentar un poquito más el rendimiento de los ordenadores. El propio Moore, que definió la ley según la cual las prestaciones de los ordenadores aumentarían de forma exponencial año tras año (como sí ocurría en los años 70, 80 y 90) se dio cuenta de que esa progresión tenía un límite (el que marcaba la electrónica) a la hora de miniaturizar los circuitos más y más y aumentar la velocidad de procesamiento. Antes o después, si seguimos requiriendo más capacidad de almacenamiento y procesamiento, los ordenadores electrónicos tal como los conocemos pasarán a la historia.
¿El final de la privacidad?
Aunque hemos centrado la discusión en el blockchain por la presunta imposibilidad de ser desencriptada por el procedimiento de fuerza bruta con la tecnología actual, todo esto se aplica a cualquier base de datos sensible a la que se tenga acceso. Un ordenador cuántico descifraría de forma casi instantánea todas las contraseñas de todos los usuarios de un sistema de correo electrónico masivo como Gmail, Yahoo o Hotmail, por ejemplo, si tuviese acceso al fichero de contraseñas. Y no tendría ninguna utilidad que usáramos claves del doble, triple o mayor longitud de la que tenemos en la actualidad; serían reveladas también en cuestión de segundos.
Merece la pena revisitar una de las películas clásicas para los geeks como es Sneakers (Fisgones) con Robert Redford, Dan Aykroyd y Ben Kingsley, entre otros, para que la famosa expresión "too many secrets" (demasiados secretos) tome más sentido que nunca en el mundo actual y para que nos demos cuenta de que dicha película ya no es tanta ciencia ficción, sino que se adelantó a lo que seguramente ocurrirá en un plazo de tiempo no demasiado lejano. Datos que suministramos voluntariamente a redes sociales, sistemas automáticos leyendo e interpretando todos nuestros correos, SITEL escaneando cualquier teléfono móvil, miles de cámaras grabando 24 horas al día en cualquier punto de cualquier ciudad, operadores telefónicos dispuestos a vender nuestros datos más personales si es que no lo están haciendo ya... nos encaminamos inexorablemente hacia un mundo donde la privacidad sencillamente va a desaparecer por completo.
Temporalmente sólo blockchain puede resguardar un tiempo nuestra privacidad pero... sólo temporalmente.
Nota de la Asociación de Internautas: hemos empleado intencionadamente el ejemplo del Bitcoin por ser la criptomoneda que todo el mundo conoce. Pero la realidad es que Bitcoin es "transparente" en lo que respecta al origen, destino e importe de la transacción económica por diseño. Para un modelo realmente opaco respecto a todos los términos de la transacción (ya que intencionadamente la ofusca) habría que referirse más bien a Monero, la criptomoneda que es realmente secreta y privada.... por ahora.