Sr. Director:
Esta es la razón por la que padezco tales cosas, pero no me avergüenzo, porque sé de QUIÉN me he fiado, y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para velar por mi depósito hasta aquel día”. Expresivas palabras de san Pablo a Timoteo sobre su plena, total y abandonada confianza en Dios, a pesar de los sufrimientos que le llevarían hasta dar su vida por Él. ¿Hay alguien más seguro en quien depositar nuestra fe y nuestra seguridad? Pero, esto es sólo un ejemplo: descendamos ahora a la materialidad de nuestra vital existencia patria. Circunstancialmente y circunscribiéndonos pues a España, la vida política y la vida social no es que gocen de un prestigio que se hagan merecedores de tal confianza; este mercadeo, este comercio de los más altos valores políticos y sociales, esta compraventa de supuestas fidelidades evanescentes, esas componendas rastreras y villanescas, que no reportan más que intereses pecuniarios personales, representan nada más que eslabones de una cadena meramente humana poco creíble y falta de confianza como se está demostrando hasta la más reciente y actual historia. ¿De quién fiarse? ¿En quién confiar? Es envidiable esa seguridad con la que san Pablo escribe: “sé de QUIÉN me he fiado”. Hace falta, pues, en nuestra vida pública y en nuestra sociedad elevar la mirada por encima del bajo y despreciable suelo sobre el que se deslizan tan viles intereses para descubrir, para aprehender otro mundo, otra vida repleta de valores imperecederos en el que poder vivir y en el que la palabra confianza, esperanza firme que se tiene en una persona, sea una realidad palpable.