En estos días, los medios de comunicación han hablado de una encuesta que se ha realizado entre adolescentes, y un tanto por ciento elevado de chicas dice que consideran normal que su pareja les controle sus amistades, sus móviles o su decisión de estudiar o trabajar; y todo el mundo se extraña y alucina con estas declaraciones.
Yo no sé qué se espera de unas niñas a las que en muchos colegios se les enseña, en 6º de primaria, todo lo referente al sexo, pero tratado sólo en clave física, no afectiva, y que se les hace ver que eso es lo normal y lo único que se les dice es que tienen que tener cuidado para no quedarse embarazadas y para no contraer enfermedades, dándoles toda clase de explicaciones al respecto. Se les enseña cómo tienen que hacer el amor con toda clase de precauciones, pero no se les enseña a amar. Se les enseña la mecánica del amor, pero no se les educa en el amor.
A esa edad, 10 u 11 años, hay niñas que todavía siguen siendo niñas, no tienen la madurez suficiente para esa información, y deducen que si no hacen eso no son normales y se espera de ellas que, cuanto antes, se lancen a todas esas experiencias. No es extraño que una vez metidas en esa espiral y sometidas a esa presión se dejen controlar en todos los sentidos. Yo no quiero decir que no haya información, claro que la tiene que haber, pero teniendo en cuenta la diferente maduración de los niños/as a esa edad y sobre todo más que tanta información física, que en muchos casos no es necesaria, sería bastante mejor hacer más hincapié en la afectividad, en el respeto mutuo y en que tener relaciones sexuales no es comparable a tomarse unas copas cuando llega el fin de semana.
¿De qué nos extrañamos cuando en la tele se emiten programas en los que hombres y mujeres se faltan al respeto, insultándose y contando cosas íntimas unos de otros?
No nos quejemos tanto de cómo está la juventud y pongamos nuestro granito de arena para no adelantar acontecimientos a nuestros hijos o nietos, dejándoles vivir en paz sus diferentes etapas de niñez, adolescencia y madurez. Procuremos darles, eso sí, ejemplo de honestidad, honradez y trato amable con los demás.
Recordando la película Deprisa, deprisa, pienso que de esta forma, nuestros jóvenes, a los veinte años, ya habrán vivido y probado todo y no tendrán ilusión por nada.
Alicuni Sánchez