Sr. Director:

Hace unos días, un conocido periódico de corte progresista publicaba un artículo de opinión criticando las recientes medidas pro vida aprobadas por la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. Resulta realmente ilustrativo, cuando determinadas personalidades de la izquierda reivindican un debate de ideas basado en el respeto y la dignidad, en hechos y no en bulos, insultos o falsedades, constatar la debilidad, contradicciones e incoherencias de los argumentos desplegados para atacar a quienes están en contra del aborto y justificar, basándose en mentiras y descalificaciones, algo tan grave como la eliminación de la vida de un inocente.

Su primer argumento consiste simplemente en calificar a aquellos que luchan contra el aborto, de buscar, “la defensa y promoción de una Europa limitadora de los derechos individuales, regresiva y excluyente”, identificando como tales a quienes pretenden imponer a las mujeres “la aberrante práctica de obligarlas a escuchar el latido del feto” y “poner cada vez más trabas para coartar la plena autonomía de las mismas sobre sus cuerpos”. Ofrecer a las mujeres información respaldada por la ciencia, se identifica como intimidación hacia las mujeres que libremente deciden abortar y “distribución de información falsa” o utilización de "un lenguaje de otro tiempo para hablar del “orden natural de las cosas” y tratar así de imponer un “modelo autoritario de moral”.

Es un error de primero de primaria, o un engaño intencionado, confundir el cuerpo de la madre con el cuerpo de su hijo. El embrión no es un conjunto de células o tejidos que sean parte del cuerpo de la madre. Es un organismo nuevo, diferente, que se encuentra en un momento determinado de su desarrollo; un individuo de la especie humana y no de otra, que se está formando y que cuenta con vida propia. Que dependa de la madre en las primeras fases de su desarrollo, no significa que “sea” una parte del cuerpo de la madre. La ciencia ha demostrado que el embrión desde su inicio, es un ser humano con propia identidad e individualidad. Cada individuo es una nueva realidad, alguien nuevo que viene al mundo y que nunca con anterioridad ha existido, un organismo nuevo y diferente del padre y de la madre, con su propio código genético formado por 46 cromosomas.

Existe una elocuente contradicción en defender que el aborto es algo que afecta exclusivamente al cuerpo de la madre e intentar al mismo tiempo impedir que la madre escuche el latido del corazón de su hijo. Si estuviésemos hablando únicamente del cuerpo de la madre, lo único que escucharía la madre sería su propio corazón y el latido que se vería interrumpido y finalizado por la ejecución del aborto, sería el de la madre. Pero no es así, porque lo que existe en realidad son dos corazones diferentes, dos realidades diferentes, dos individuos diferentes, aunque uno dependa en su inicio del otro.

Ofrecer esta información a las mujeres no es distribuir información falsa, sino contar la verdad y el lenguaje que defiende y protege la vida, no es lenguaje de otro tiempo, sino desgraciadamente, muy actual. El aborto fue instaurado y promovido por los regímenes comunistas del pasado siglo XX, empezando en los años 20 por la Rusia de Lenin, por lo que el “lenguaje de otro tiempo” y la imposición de un “modelo autoritario moral”, se ven hoy en día representados por quienes , siguiendo el modelo de las dictaduras comunistas, pretenden de forma autoritaria, acallar cualquier tipo de debate sobre el aborto en nuestra sociedad.

Una muestra del lenguaje de nuestro tiempo, es el que emplea la Iglesia Católica en su reciente Declaración “Dignitas infinita sobre la dignidad humana”, cuando denuncia que “La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño”.