Sr. Director:
La semana pasada estuve viajando por la provincia de Jaén, especialmente Úbeda y Baeza. No hace falta que diga que son dos ciudades muy bonitas con muchos monumentos y rodeadas de miles de olivares. Sin embargo, hubo algo que me llamó mucho la atención. Antes, junto a las puertas de las iglesias solía haber listas de religiosos asesinados durante la guerra civil. Esos carteles han desaparecido. Muchas iglesias estaban cerradas, convertidas en centros cívicos, y las que había contaban con poca decoración. Además, leyendo los folletos se puede comprobar que algunos retablos e imágenes han sido restaurados o son copias del original, porque curiosamente se quemaron en la décadas de los años treinta. Ni una mención a los incendios ni a los mártires. Así que yo misma me he molestado en buscar los datos, no sin dificultad, en internet. Al parecer treinta y dos sacerdotes fueron asesinados en Baeza y doce en Úbeda. Aparte de los seglares correspondientes. En la provincia de Jaén unos ciento veinte.
¿Cómo pretendemos que exista una memoria histórica si estamos ocultando los hechos? No es de extrañar que cada vez haya menos feligreses si ya no son conscientes de la cantidad de sangre derramada que costó mantener el culto. Por otra parte, es impresionante el seguimiento popular de las tradiciones de Semana Santa en estos lugares. Lo que viene a demostrar que se trata mucho más de folclore que de devoción verdadera. La sangre de los mártires es fecunda.