Cartas al director
Fábula de la hormiga y el maíz
Sr. Director: Una hormiga independiente, trajinando por su prado, se sorprendió alegremente al encontrar en su andar unos granos de maíz de tamaño singular.
¿Caber puede, díjose, una imprudencia mayor que mis pacientes hermanas abandonen en el campo tan delicioso manjar? ¡Tontas son!, adelantó, más yo les enseñaré con mi habilidoso hacer.
Cavilando, cavilando, en su continuo trajín, con sus tenazas prendiendo aquí un grano, allá un gusano, seguía su pensamiento buscando como poder a su nido transportar aquel hermoso maíz. ¡Buen invierno pasaré!, se decía estremecida, mientras llevaba a su nido seis ramitas de laurel.
¿Cómo poder portear ese maíz imponente? Es una pregunta ingrata, a la que respuesta no hallo. ¿Y si llamo a mis colegas y al fuerte guardián del nido? Pero ¡no!, se argumentó, yo sola me basto y sobro para llevar en mis hombros esta deliciosa carga, sin tener que compartir lo que mi esfuerzo logró.
Una y otra vez probó, y no lo pudo mover, aquello que su deseo le provocaba a tomar y no lograba arrastrar. Más esfuerzos, y esta vez casi se deja en el intento su herramienta más potente, al arriesgar bravamente su pinza más importante.
Pasó un rato y otro rato; hasta una hilera de hormigas también pasaron de largo, arrastrando ora un trigo, ora un pedazo de higo, ora siguiendo la pista, correteando a su nido. Tenaz y sola la hormiga, de sus ensueños en pos, tras nuevos intentos vanos de cargar con su maíz, ¡tampoco lo consiguió!
Pasó una hora y otra hora; el día también pasó y la noche fue llegando, y ella siguió meditando, sin duda quizá esperando alguna idea feliz; hasta que al fin se durmió, pegadita a su maíz.
En la alborada risueña, asomando el sol apenas, nuestra hormiga despertó de su más pesado sueño, mojadita por la escarcha y tiritando de frío. Al considerar su conquista, presurosa se aseó para luego retomar la tarea tan gozosa de llevar, ¡ella solita!, aquel tesoro a su hogar.
Distraída en el intento, no llegó a percibir que en ese preciso instante, un volátil, negro intenso, frenó su rápido vuelo picoteando veloz tales granos de maíz, llevándose tras de sí a la hormiga pensadora, que dejó de cavilar justo a su buche llegar.
Así que amigos, pensad que más vale brizna en nido que maíz en el sembrado; que si este quedó en el campo no lo fue por abandono sino por su gran tamaño.
Cuando uno camina solo, abandonado a su sino, llega a poco y llega mal, si es que llega alguna vez. Lo que aislado no se obtiene, dos lo pueden alcanzar; y si consigue un equipo todo lo podrán lograr.
Agustín Pérez Cerrada
Foro Independiente de Opinión
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