Sr. Director:
Fuera religiones, es el eslogan que de manera terca y mendaz han puesto de moda los detentadores de la nueva progresía político-cultural. Pero ellos mismos han puesto a descubierto su felonía y alevoso propósi-to: en su cobardía no atacan las religiones en general porque saben que de alguna de ellas puede haber una respuesta violenta, atacan exclusi-vamente a la religión católica. La religión católica, dicen en su ignorancia, es la que más agobia a los creyentes porque, sin entrar en lo que hay que creer, me voy a detener en algunos aspectos de lo que prohíbe: prohíbe matar y, por tanto, además del asesinato vulgar y alevoso, prohíbe el ase-sinato del no nacido (aborto) y la del enfermo grave (eutanasia). Prohíbe también el robo en sus más diversas acepciones: robo a mano armada, con violencia, etc. o desviación de fondos destinados a ayudas a trabaja-dores o a personas en situación necesitada. Prohíbe las drogas y el exce-so de alcohol; y si esto deriva en unas consecuencias delictivas no las exoneran, sino que aumentan la gravedad. Prohíbe la mentira, el engaño y más si hay promesa o juramento por medio. Prohíbe la irrespetuosidad con las personas y sus creencias. Prohíbe… sí, podríamos seguir especi-ficando, pero basta con poner un etc. etc. Este es el peligro de la religión católica a la que se debe escarnecer libremente porque el respeto al derecho a la libertad de creencias puede interpretarse de manera sesgada al arbitrio del poder impuesto, mientras que sus aleccionadores se consideran, por decreto, las únicas personas honradas de este país.