Sr. Director:
La primera vez que fui a San Sebastián de Garabandal nos costó encontrarlo porque no hay ninguna señal en la carretera que indique un santuario mariano. Cuando llegamos, el pueblo estaba suspendido en el tiempo como en los años sesenta, salvo porque ahora tienen electricidad y agua corriente. En el pueblo no hay hotel, ni restaurantes ni supermercado. Sólo tres tiendas de souvenires y un bar. Al subir a los pinos, el sitio de las apariciones hay un silencio impresionante sólo roto por algún animal a lo lejos. Dos bancos y unas monjas que los sábados rezan el rosario y parecen un coro de àngeles. No cuesta imaginarse a las cuatro videntes bajando las pendientes rocosas marcha atrás y con la mirada hacia el cielo. Garabandal es el hogar de María.