Sr. Director:
Como ya he dicho en más ocasiones, nací en 1936, en plena guerra civil, he sufrido la penuria total de los bienes materiales, igual que los demás ciudadanos, pero nos educaron y fuimos creados en una sociedad cristiana, que es el mayor bien que puede poseer una persona, por lo cual doy gracias a Dios. Actualmente ya estamos sufriendo un apagón general, pero ese apagón es espiritual que es mucho más grave que el apagón material. Cuando se alteran los valores humanos y ponemos en primer lugar lo material ante que lo espiritual, todo se descompone; por que el ser humano es espiritual, y lo material no puede llenar ese vacío interior que experimentamos todos los seres humanos, y así se promueve un materialismo rabioso que nunca queda satisfecho y necesita más y más bienes materiales. Pero ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Si volvemos la vista a cualquier nación europea, vemos infinidad de catedrales, monasterios, santuarios, cruces, conventos, monumentos etc. etc. Que nos hablan de un pasado cristiano de todas las naciones, pero ya antes del Concilio Vaticano comenzó a establecerse como primero lo material, antes que lo espiritual. Y lo grave de esta actuación, es que este cambio no fue producido por los políticos sino dentro de la propia Iglesia Católica, por el llamado progresismo eclesiástico. Y esta es la causa principal de la caótica situación por la que atraviesa la Iglesia Católica, en la cual el mayor poder lo ostenta la Jerarquía progresista que ha desacralizado y mundanizado a la Iglesia y que parece que no cede en su empeño de hacer una Iglesia nueva, social y mundanizada; el otro caos es el que impera en la sociedad, pues por motivo principalmente del clero progresista, aquellas naciones europeas que antes eran cristianas y cuna de civilización, ahora son paganas y expendedoras de toda clase de maldades al mundo. ¿Cuál es la solución? Volver a poner en primer lugar lo espiritual no lo material. Es decir, primero Dios luego el hombre.