Sr. Director:
‘Voy a comprar Groenlandia’ o ‘tráete el barco a Algeciras’, son esas cosas de un agosto muy cálido, cuando se puede decir casi lo que sea, sin que vaya a importar demasiado lo que realmente signifique. Posiblemente haya que estar un poco apurado, tal vez por una razón desconocida, para lanzar al público ese tipo de frases que suscitan inmediatamente el jolgorio, ante la imposibilidad de tomárselas en serio, aunque las hayan pronunciado personas aparentemente sesudas.
Luego nos quejamos de que no nos entienden; de que los esfuerzos infinitos para servir del mejor modo a la ciudadanía, no sintonizan a la gente con nuestras propuestas, tan sesudas y elaboradas, o no; y que tanto nos ha costado pronunciarlas, o no.
Está de moda pedir a los demás que te escuchen, sea lo que sea lo que digas; que hagan de la escucha atenta la actitud que nos llevará a comprendernos mejor, a que comprendan que todo lo que dices no sólo es bueno para ti, al centrar la atención de los demás, sino también para los demás, por alguna razón desconocida, que sólo tú conoces, sin que a los demás les importe demasiado tus ocurrencias. Estamos en agosto y hace mucho calor y mucha gente está de vacaciones.