Sr. Director:
La producción de vacunas contra el Coronavirus cuenta con una tecnología inteligente avanzada. Funciona con el denominado “vector viral”, que es un virus inocuo que ha sido modificado genéticamente (MG) para contener genes del coronavirus. Cuando se inyecta el virus MG en células humanas, estas fabrican proteínas del coronavirus que estimulan el sistema inmune para que pueda combatir cualquier futura infección por coronavirus.
Según comentaba con “entusiasmo” el primer ministro británico, Boris Johnson, los resultados son fantásticos. Elogios a los que se han sumado los políticos europeos, que han valorado positivamente estos avances que garantizan a los ciudadanos de la robustez de los sistemas de aprobaciones basados en ciencia diseñados para garantizar la seguridad. Pero parémonos un momento. ¿No es esta postura incoherente e incluso hipócrita?
Estas vacunas, las que se están utilizando, así como la mayoría de las que están en fase de estudio, se están desarrollando con las mismas técnicas de modificación genética (MG) o edición genética (EG) a las que muchos políticos europeos han prohibido el acceso durante los últimos 25 años a los ciudadanos y, especialmente, a agricultores para la producción y el consumo de alimentos, así como para el cultivo de piensos y de fibras. Técnicas a las que se han enfrentado firmemente los grupos que se supone defienden el medioambiente.
Si estos políticos y grupos de presión opuestos a la tecnología transgénica hubieran sido coherentes en los últimos 25 años, ahora estarían denunciando el desarrollo y uso de estas vacunas, emprendiendo campañas en contra de su aprobación, y manifestando públicamente que ellos no se pondrán las vacunas contra el Covid-19 cuando estén disponibles de manera generalizada para los ciudadanos. Esto es sin duda incoherencia y/o hipocresía.