Sr. Director:
Entre las enseñanzas de estos días, con la pandemia producida por el coronavirus, indudablemente ésta es una importante: el trabajo como servicio a la sociedad, desempeñado con el interés e incluso el heroísmo que hemos contemplado. La satisfacción personal es inmensa cuando se trabaja así.
Hemos visto también la generosidad de muchas personas, con disponibilidad para hacer pequeños servicios domésticos, sobre todo a los que lo necesitaban más. Sin ninguna duda, los lazos de la solidaridad y la fraternidad se han estrechado.
Seguramente hemos aprendido también a valorar más los mil pequeños detalles de que gozamos en la vida diaria, y que estos días hemos tenido que renunciar a buena parte de ellos, encerrados en casa.
Más importante aún, hemos confirmado una vez más la grandeza de la familia: tener personas a las que amamos y nos aman, con las que hemos compartido estos días en una convivencia que a veces habrá podido tener también sus pequeños roces, pero que sin nuestros seres queridos estas semanas habrían resultado difícilmente soportables.
Y en fin, sin ánimo de ser exhaustivo, todos nos hemos “topado” con el riesgo imprevisto de perder la vida. Si bien es cierto que las personas mayores son las más susceptibles de sufrir gravemente la enfermedad, la incertidumbre ante lo desconocido y la acumulación de defunciones afecta anímicamente a todos, por no hablar de la soledad de los que fallecen, sin poder tener la cercanía de sus seres queridos… Esta situación debe llevar a profundizar en la convicción de que nuestra vida está siempre en las manos de Dios, y Él sabe más, aunque a veces nos pueda costar entender…