Sr. Director:
Lo que ha ocurido en los días pasados en Santiago de Chile no es novedad: desde la muerte de San Esteban las persecuciones han acompañado a los cristianos hasta el día de hoy. El Señor ya se lo anunció a los Apóstoles (cf. Mc 10, 29-30), y desde que al ruso Piotr Kropotkin se le ocurrió la frase “La única iglesia que ilumina es la que arde”, son muchos los cristianos que han sufrido las consecuencias de esta ocurrencia, con el resultado de varios millones de muertos y muchos miles de iglesias iluminando el cielo con sus llamas.
Veía las imágenes que nos llegaban a través de internet sobre los sucesos de Santiago y, mientras pedía perdón a Dios por esos hechos, reflexionaba sobre la actitud de un cristiano ante estos hechos. Uno de esos días, casualmente, leí un texto de la Sagrada Escritura que me ayudó. San Pedro intenta consolar a los cristianos que sufrían persecuciones y les dice:
“No les tengáis miedo ni os amedrentéis. Más bien, glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo. Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal” (1Pe 3, 14-17).