Sr. Director:

El primer domingo de junio, Theresa May homenajeó a las víctimas de los atentados islamistas, recordando especialmente a los que, como el español Ignacio Echeverría, conocido como “el héroe del monopatín”, se enfrentaron al terror. Además, recientemente, se ha estrenado en España la película Dos coronas, que retrata la vida de san Maximiliano Kolbe, sacerdote polaco que dio la vida por otro hombre en un campo de concentración nazi.

Ninguna de esas actitudes que reconocemos como heroicas se improvisan. Son el fruto de una vida forjada en virtudes, que hace brotar la generosidad, hasta el extremo de desvivirse literalmente por los demás. Sus testimonios nos interpelan y sacuden nuestra memoria y corazón. Lejos de querer suscitar en nosotros el odio, nos muestran de forma clara cómo de terrible es la obra del odio, y son instrumentos privilegiados para que la razón reconozca el mal como mal, lo rechace, y avive en nosotros la valentía del bien.

Por eso es tan necesario que las autoridades públicas sepan reconocer lo que hicieron y proponerlos como ejemplos para una sociedad que tan a menudo está huérfana de auténticos referentes morales.