Sr. Director:
Pese a que aún nos quedan bastantes días para la fecha central de la fiesta, hace tiempo que las ciudades comenzaron a engalanarse con supuestos motivos navideños; que las empresas iniciaron sus campañas publicitarias pretendidamente navideñas, y que las cadenas de televisión bombardean nuestras pantallas con abetos, renos, cajas de regalos, papanoeles, muñecos de nieve, colonias, etcétera.
Estas madrugadoras campañas reflejan una de las clamorosas incoherencias de la sociedad de nuestro tiempo, tan despreciativa con lo religioso, pero tan usurpadora de sus fiestas, siempre que su explotación reporte beneficios a intereses comerciales, políticos o sociales.
Al igual que el lema de las Olimpiadas es «Citius, altius, fortius» (más rápido, más alto, más fuerte), el de la Navidad de estos tiempos posmodernos bien pudiera ser: más laica, más temprana y más larga. Más laica, pues se elude y apenas se reconoce o recuerda el auténtico origen y sentido de la fiesta que celebramos; más temprana, porque comienza a festejarse cada vez más pronto, enlazándola ya casi con el «Jálogüin» y el «blas-fraile» ese; y más larga, porque nos la van extendiendo tanto que a este paso acabarán engarzándola con el inicio de los carnavales.