Sr. Director: Que nadie se rasgue las vestiduras ni espere grandes cosas de nuestro presidente del Gobierno. Tras cosechar cinco derrotas electorales consecutivas en las europeas, andaluzas, municipales, autonómicas y catalanas, lo esperado era que en las generales ocurriese algo similar. Sólo que en esta ocasión, posiblemente, le suponga a Mariano Rajoy el final de su dilatada carrera política, tras haber sufrido la pérdida de 63 escaños con respecto a los comicios del 2011, y que se cumpla el maldito vaticinio que pesa sobre su persona, consistente en pasar a la Historia como "Mariano el breve", por ser el único presidente de una sola legislatura, algo que logró superar incomprensiblemente hasta el inefable Rodríguez Zapatero (PSOE), experto contador de nubes y el más nefasto presidente desde la implantación de la democracia en España. No obstante, dado que Rajoy está totalmente dispuesto a luchar por una segunda oportunidad basándose en "haber sido el partido más votado", son muchos los españoles que se preguntan a qué obedece esa inquina contra el partido de Albert Rivera (Ciudadanos), tratando de desprestigiarlo y hacerle el mayor daño posible, cuando en todo el arco parlamentario no existe ninguna formación más afín a los principios del PP y el único que podría haber ayudado a sobrellevar sus contrariedades. Nada más desdichado que las campañas emprendidas por la vicepresidenta Soraya contra dicho partido, que ha pasado de ser la segunda o tercera fuerza que le adjudicaba la encuesta del CIS con 63-66 escaños a situarse en el cuarto lugar con 40 diputados. A la vista de la actitud del Jefe del Ejecutivo, ratificándose en que no está por la labor de dimitir, Ciudadanos continúa reiterándose en que no está dispuesto a formar una coalición con el PP, pero sí a estudiar ciertas condiciones de colaboración razonables, como un calendario de reformas y medidas contra la corrupción, para que Rajoy pudiese acceder a la presidencia, aunque con la suma de ambos partidos no alcanzan la mayoría absoluta, con lo cual dicha postura solo cabe ser interpretada como detalle de buena voluntad pero nada más. Por su parte, el PSOE se opone rotundamente a que gobierne Rajoy, aunque ello conlleve un gran peligro para el país, dado que su líder, Pedro Sánchez, no descarta optar a la presidencia si fracasa Rajoy a pesar del rechazo de varios de sus barones a pactar con Podemos. En cuanto al otro partido "emergente", léase Podemos, la situación es diametralmente opuesta, dándose el caso de que con muchos menos medios ha realizado la mejor campaña electoral. De ahí que sea considerado como el vencedor simbólico de las presentes elecciones generales, sobrepasando el 20% de los votos y alcanzando 69 escaños. Su líder, Pablo Iglesias, que no tiene prisa, sin haber inventado la rueda, dispone de una facilidad pasmosa para utilizar el sentido común y expresarse con una naturalidad extraordinaria, perfectamente entendible y contarle a la ciudadanía lo que quieren escuchar: elevar las pensiones, menos trabajo y mejores servicios públicos, reducir impuestos (menos a los ricos), etc. Y con una capacidad de seducción más que demostrada en su paso por todas las cadenas de TV y tertulias posibles. Aparentemente el proyecto de Iglesias tiene como meta convertirse en el líder de la oposición mediante una estrategia orientada a participar en las próximas elecciones generales con posibilidades de triunfar, considerando que analizados sus éxitos anteriores no parece ningún eufemismo, para la cual y en paralelo intentará ir marginando y atacando al PSOE, cuyo líder, Pedro Sánchez ha quedado bastante tocado en todos los debates y sin que tampoco le acompañen los resultados electorales. Pretender comparar su talla política y talento con Pablo Iglesias supondría una gran pérdida de tiempo, y si no quieren caer en la celada, ya pueden comenzar a plantearse la selección de un nuevo líder para su partido, o bien encargarle tal cometido a Rubalcaba. El gran problema es que ahora, España, se encuentra en el peor de los trances. Nadie sabe quien va a gobernar y eso solo aporta sensación de inestabilidad e intranquilidad ciudadana. La aprobación de leyes producirá enfrentamientos sistemáticamente al tener que debatir entre dos grupos muy próximos en cuanto a número de diputados. El ambiente está altamente enrarecido y la solución dependerá de la pericia y habilidad de nuestros políticos que por el momento mantienen posturas muy encontradas y escasamente predispuestos a ceder. A nivel internacional, dicha incertidumbre, como ya ha comenzado a comentarse, despertará temores e inseguridades con el consiguiente freno de las inversiones en nuestro país, cuyas consecuencias ya conocemos y hemos padecido en épocas anteriores. En esta ocasión, el obrar con criterio es una necesidad que obliga a olvidar ambiciones personales y a trabajar todos juntos por el bien de España. Todo lo contrario sería un suicidio... ¡¡Tiempo al tiempo!! José-Tomás Cruz Varela